HOMO ARGENTUM es la confirmación o la consagración de ese «mínimo esfuerzo». En lo que respecta a ideas, a ingenio, a guiones, a originalidad, a situaciones, a diálogos, a resoluciones, a la cantidad inmensa de «chivos» publicitarios que la sostienen económicamente. Una quincena de microhistorias que se suceden a lo largo de poco más de 90 minutos, los cortos del film intentan ofrecer una versión de muy bajo vuelo de aquello que Fabio Alberti definía como «¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Estamos locos?«. A lo largo de esas microhistorias aptas para redes sociales (algunas bien podrían ser reels de TikTok o Instagram, y creo que fueron pensadas con ese fin), la hipótesis sobre la que trabaja la dupla compuesta por Mariano Cohn y Gastón Duprat  es simple y sencilla: el «homo argentum», venga de la clase social que venga, tenga el origen que tenga, es un ser bastante impresentable: corrupto, mentiroso, ventajero, egoísta, celoso, tramposo, cagador, irresponsable, falso, hipócrita y otras características similares.