Tras conocerse la declaración de la emergencia hídrica en 12 distritos de la provincia de Buenos Aires, Javier Houspanossian analizó el panorama al aire de LU32.

“Desde el CONICET, en mi línea de investigación, estudiamos la dinámica de inundaciones y sequías de la región pampeana en general y de la chaqueña, obviamente con foco acá en la provincia de Buenos Aires”, explicó Houspanossian, que también se desempeña como profesional dentro del CONICET.

“La llanura pampeana tiene la característica hidrológica de que, al ser tan plana, prevalecen los movimientos verticales de agua. Es decir, lo que llueve o lo que se evapora o transpira. Eso hace que el balance dentro de la región sea muy particular: el balance de agua”, continuó.

“Para nosotros es muy importante tener en cuenta que veníamos de una seca en gran parte de la provincia de Buenos Aires, sobre todo más al oeste —por ahí, más al centro no tanto—, pero más al oeste veníamos de una seca. Y eso se ve reflejado en que teníamos niveles freáticos profundos. Nosotros miramos mucho lo que tiene que ver con el nivel del agua subterránea. A medida que sigue lloviendo, el suelo ya no puede retener más agua y ya se empieza a quedar en superficie”, detalló el también doctor en Ciencias Biológicas y licenciado en Tecnología Ambiental.

Al ser consultado respecto de qué tanto influye la actividad agroganadera en este tipo de situaciones, Houspanossian señaló lo siguiente:

“Definitivamente el uso que hacemos del suelo es importante, pero también hay que reconocer que hubo como un ‘bloom’ de agua. La cantidad de agua que llovió desde enero hasta acá es algo que en pocos años ha pasado. Pero, de todos modos, para que esa agua se vaya del sistema tiene que transpirar y, para transpirarse, tiene que haber vegetación”, indicó.

En sintonía, se refirió al impacto en la cosecha de los últimos temporales:

“Estamos en una situación en la que a la gruesa le costó mucho cosecharla. Se retrasó la fina, con lo cual va a haber mucha menos transpiración y esa agua va a estar en el sistema más tiempo. Y en ese sentido, el uso del suelo que hagamos es importante para transpirar esa agua y que se vaya del sistema, para acelerar ese proceso. Incluso algunos hablan de que la gruesa que viene está en riesgo también, porque no nos olvidemos de que esta agua va a estar bastante tiempo en el sistema. Estamos hablando de lugares que tienen 50% o 60% todavía bajo agua. Es una locura”, describió el investigador.

Por último, se expresó acerca del panorama que le espera a una parte importante del territorio bonaerense en relación con el escurrimiento del agua:

“Depende del pronóstico que haya, si sigue lloviendo o no. Agosto es un mes en el que, si llueve, como hace frío se transpira poco y hay poca vegetación. Por eso se evapora poco y se transpira poco: la atmósfera demanda poca agua, porque hace frío. Entonces esa agua, si debe ‘salir’ por arriba, por la atmósfera, va a demorar bastante tiempo”, analizó.

“Recordamos mucho, estudiamos mucho, la inundación del 2000 al 2004, que fueron cuatro años de mucha inundación en la zona, en la zona de Casares, Bolívar, en una enorme parte de la provincia de Buenos Aires”, comparó el integrante del CONICET.

“El drenaje es la forma de sacar el agua inmediata que tenemos. Y ese es un punto clave: en estos momentos tendríamos que tener todo lo que es alcantarillado en condiciones para que se pueda acceder a los caminos y demás. Pero eso es una falencia enorme. En el último campo al que fuimos, en Casares, contábamos 11 alcantarillas de 13 rotas, y es una cuenca lechera que necesita que el agua salga de alguna manera”, problematizó Javier Houspanossian, integrante del Instituto de Hidrología de Llanuras.