Además, los análisis de sangre revelaron trombocitopenia, asociada a una anemia, lo que llevó a los médicos a administrarle transfusiones de sangre.

El Santo Padre permaneció atento, aunque con mayores dolores que el día anterior, y pasó la jornada en su sillón. Sin embargo, el parte médico advierte que, por el momento, el pronóstico sigue siendo reservado.

El Pontífice, de 87 años, se encuentra internado en el hospital Gemelli de Roma, donde recibe tratamiento intensivo. La situación genera gran preocupación en el Vaticano, mientras se mantiene la expectativa por su evolución en las próximas horas.

NA