Alejandro Diez se puso el traje de héroe, recuperó una pelota suelta en una ofensiva que se ensució y no salió como la planificó Rivero en el banco, de cara al banco, de espalda al tablero, cayéndose, tiró la “pizza” para atrás y la pelota, llovida, entró limpita en el aro para desatar la locura de todos, con el plantel entero arriba del olavarriense, porque era un partido que Peñarol necesitaba ganar, que lo tenía, que se le complicó y que lo ganó de una manera memorable, para llegar con el ánimo por las nubes a la Liga de las Américas en Brasil.

Fuente: 0223 Deportes