LOCALES
12 de julio de 2023
Hacen pilas recargables con yerba usada y buscan que se fabriquen a escala industrial
El almacenamiento energético está demostrado. Lo equiparan con el té, un residuo más internacional, pero también es válido para trigo y cannabis. Ya está en curso una planta móvil y aseguran que sería un negocio ambientalmente amigable. La Ing. Florencia Jerez, integrante del Intelymec, se capacitó en la Universidad Autónoma de Madrid y explica cómo logró adelantar seis meses de investigación.
Florencia Jerez desarrolla desde 2019 el Doctorado en Ingeniería, Mención Tecnología Química en la FIO en el marco de una Beca Interna Doctoral, temas estratégicos de CONICET en el CIFICEN sede Olavarría. También es docente.
Desde ese lugar obtuvo una de las 10 becas anuales de la Fundación Carolina - Ministerio de Educación de la Nación para completar la caracterización electroquímica de los carbones de yerba mate en la Universidad Autónoma de Madrid. Lo hizo bajo la dirección de Pilar González Herrasti que la conectó con el Instituto IMDEA Energía, donde contó con la guía de Enrique García-Quismondo.
A partir de la yerba mate usada se puede producir carbón activado, un insumo válido para desarrollar dispositivos de almacenamiento de energía llamados supercapacitores. “En Intelymec queremos valorizar residuos para producir materiales activos para almacenar energía, más eficientes y amigables con el ambiente”, explica Jerez.
Las cifras son alentadoras: en Argentina se consumen casi mil millones de kilos anuales de yerba. Por eso, aspiran a que la propuesta sea disparadora de una industria de ensamblado de supercapacitores, hoy inexistente a escala nacional y mundial.
“La yerba que se tira a la basura la valorizamos y en España pudimos avanzar más rápido y mejor para terminar de caracterizar el material. Allá tienen equipos más específicos” y si bien es una infusión típicamente argentina “sirve para el mundo porque es similar al té, un residuo más internacional”, analizó la Ing. Jerez.
La investigadora de la FIO apunta que “nosotros lo almacenamos para supercapacitores que protegen a las baterías de las subidas de tensión y permiten alargar la vida útil hasta 2 años y es más eficiente el suministro de energía”.
Físicamente la yerba adquiere la forma de una pila recargable. “Queremos escalar el proceso. Desde 2022 apuntamos a conseguir financiamiento para montar una planta piloto que además servirá para otros ensayos de cannabis. Lo estamos viendo con industrias de San Juan y de acá. También sirve para el rastrojo de trigo, de maíz o el residuo de cerveza. Todos funcionan muy bien para almacenamiento de energía y escalar el proceso”, precisó la investigadora.
La infraestructura y disponibilidad del equipamiento marcan la diferencia; la formación académica, no. “Acá se trabaja en medio ambiente en forma integral, más amigable, por conciencia y necesidad. Para hacer un experimento nosotros usamos una pipeta de plástico que lavamos; allá la tiran y no puede reutilizarse porque está contaminada con reactivos químicos. Eso es una incongruencia”, admite la Ing. Jerez.
En Argentina es una odisea hacer mediciones de este tipo, sobre todo en la pospandemia. “Hay equipamiento roto, incluso en la UNICEN, y no hay dinero para repararlo. Lo mandamos a San Luis, Bahía Blanca o donde funcione y se tarda seis meses en hacer una caracterización que allá se hace en dos días. Acá se mide una cosa por vez; allá hay cinco equipos y cada uno mide 16 cosas a la vez; por eso avanzan más rápido”, dice la investigadora que le descontó seis meses a la entrega de su tesis doctoral.
El dato positivo: no hay registro científico de que este proyecto se haga a mayor escala y el objetivo de la FIO es trasmitirlo a la industria. Solo “hay una o dos empresas que producen carbones activos, el resto se importa y es una industria que tendría un futuro en Argentina. Hay interés en invertir pero sin la planta piloto no se puede”, plantea Jerez, convencida de que “estamos encaminados”.
PRENSA FIO