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LOCALES

30 de abril de 2012

Los Socialistas de Olavarría también se refieren al primero de mayo

En las últimas horas el Partido Socialista de Olavarría en el Frente Amplio Progresista junto con el Centro de Estudios dan a conocer su adhesión al Día Internacional del Trabajo.

 

Es interesante recordar en esta fecha lo escrito por Juan Carlos Coral, quien fuera diputado nacional por el PS entre 1963-1966, y candidato del Partido Socialista de los Trabajadores en 1973, en un artículo del número 4 de la REVISTA SOCIALISTA, en referencia a la paciencia con que Alfredo Palacios construyo el NUEVO DERECHO DE LOS TRABAJADORES, una de cuyas líneas acción fue política impulsando las leyes obreras con el doble propósito de atenuar las condiciones laborales reinantes bajo el capitalismo, a principios del siglo XX en la Argentina, y a preparar, mediante una evolución revolucionaria, el advenimiento de una sociedad socialista.

“Sería absurdo – decía Palacios- extasiarse en la contemplación de una futura sociedad socialista sin realizar hoy las tareas inmediatas que reclaman los trabajadores, luchando desde ahora por conquistarla”.

La burguesía, en cambio, cuando apoya mejoras laborales lo hace con objetivos distintos y antagónicos. Lo hace buscando herramientas para neutralizar los conflictos, evitando toda forma de violencia y de cuestionamientos al sistema. Para ellos el objetivo consiste en diluir las tensiones sociales en la mediación de las instituciones, en alcanzar el desiderátum de la paz social para ejercer sin violencia la explotación de los trabajadores. En una de las tantas ocasiones en que los industriales se resistían tozudamente a una mejora salarial, alguien les pidió que tuvieran sensatez advirtiendo que “los obreros son como lobos hambrientos: o les damos algo de comer o nos comen a nosotros”.

Por esa razón, a pesar de combatir en una cámara oligárquica, en la más absoluta soledad, Palacios pudo lograr los votos de diputados conservadores –tenían miedo a ser comidos por los lobos- que aunque limitadas por toda clase de excepciones apoyaran la sanción de las primeras leyes obreras. La resistencia más dura se concentró siempre en dos sectores: los peones rurales y el servicio doméstico. De hecho, la primera ley obrera que instauraba el descanso dominical tuvo las excepciones de esos y otros sectores gremiales y limitaciones también de zonas geográficas.

Pero no sólo utilizaban argumentos jurídicos y económicos, se oponían también por razones “humanitarias”. En el colmo del cinismo  resistían las leyes laborales porque las consideraban perjudiciales a los trabajadores. Para los conservadores las leyes obreras eran “destruccionistas”. Con el descanso dominical, por ejemplo, se alentaba el alcoholismo; con la limitación de la jornada laboral de los niños se estimulaba la vagancia; con la prohibición del trabajo de menores junto a sus padres en el surco, se atacaba la unidad de la familia; con la ley de accidentes de trabajo se estimulaban los accidentes intencionales y hasta la mutilaciones deliberadas para cobrar la indemnización. Con cuánta razón Jean Jaurés había dicho que en toda la historia de la humanidad jamás existió una sociedad tan audazmente hipócrita como la sociedad capitalista.

El sistema capitalista ha sobrevivido a su tiempo histórico. Luce agotado pero insepulto. Y el socialismo debe asumir su responsabilidad como la única doctrina alternativa. Ya no es sólo la liberación de la clase trabajadora lo que esta en juego, es la supervivencia misma de la humanidad. Hay un riesgo cierto de extinción de toda forma de vida sobre el planeta. Aquella “pasión irrefrenable por la ganancia” ha llevado al capitalismo a un desarrollo depredador y suicida que cuestiona no sólo el bienestar de una clase social sino la existencia misma de la criatura humana. Ha quedado expuesto a la luz de día, rostro bárbaro del capitalismo.

Desde el descanso dominical hasta las 8 horas; desde el trabajo semiesclavo en talleres clandestinos hasta el drama de la vivienda obrera, insalubre y precria, que bajo el disfraz de “emergencia” se incrementa en los suburbios de las grandes ciudades. Precariedad laboral, éxodos masivos, trabajo en negro, desocupación estructural, exclusión, aumento de la edad jubilatoria. La legislación laboral pierde vigencia bajo el eufemismo de la fexibilización o de esa perversión ya crónica que es el trabajo en negro. Como a principio del siglo XX las leyes obreras vuelven a ser prioridad en nuestras luchas y como en el siglo XIX millones de trabajadores en toda Europa paran y manifiestan a estas horas, defendiendo derechos que habían conquistado sus abuelos.



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